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Estrategia para un anti-capitalismo global

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El mundo ha vivido cambios radicales durante la última década. No me refiero exclusivamente a los importantes acontecimientos políticos alrededor del año 1989, sino también a los cambios globales más profundos desde una perceptiva temporal más larga. Después de la caída del Muro y el cese del conflicto Norte-Sur estos cambios salen de la sombra y se presentan con más claridad. El capitalismo se ha desarrollado – ha mutado una vez más. Nosotros los anti-imperialistas no hemos sabido seguir el paso de su desarrollo. Nuestra percepción del mundo y nuestra estrategia se formaron en rasgos generales a principios de la década de los 70: El enemigo principal era el imperialismo norteamericano. El Tercer Mundo se encontraba en la ofensiva. Nuestra misión era apoyar a los movimientos de liberación. Querían construir sociedades de corte socialista, combatir el imperialismo y cambiar el mundo. Tal vez válida en aquella época. Por lo menos lograron ganar Vietnam, igual que Mozambique y Nicaragua, etc. ¿Pero lograron construir las sociedades de las que soñaron ellos y también nosotros? ¿Derrumbaron el imperialismo? Sí que hubo cambios en el mundo pero no hacia el sentido que queríamos nosotros. ¿Entendimos lo que estaba pasando y que era menester que desarrolláramos nosotros nuestra propia estrategia? Por lo menos nos forzaron a la defensiva en los 80 tanto Thatcher, Reagan, la Unión Europea, el Banco Mundial, FMI, el neo-liberalismo, la crisis de la deuda, los ajustes estructurales, etc. Y fuera solidaria o crítica nuestra actitud frente a la URSS, el quiebre del socialismo real existente significa que nos vimos obligados a repensar nuestra estrategia. En breve, nuestra estrategia consistía en cambiar el mundo de la forma siguiente: Teníamos que organizarnos en movimientos sindicales y en partidos políticos. Hay que ganar el poder del Estado a través de la papeleta de votación, huelgas generales, rebeliones armadas, guerras de guerrillas o guerras populares de larga duración, o qué se yo y luego usar el poder del Estado para cambiar la sociedad. Y lograron apropiarse del poder del Estado, tanto los socialdemócratas, los revolucionarios de Rusia y Europa Oriental y los anti-imperialistas del Tercer Mundo desde China, Cuba, Vietnam, Zimbabwe, Mozambique hasta Nicaragua y Sur Africa. Y algo lograron cambiar: Los socialdemócratas del Occidente lograron establecer mejores condiciones laborales y de vida dentro de los marcos del capitalismo. Pero no cambiaron el mundo. Al contrario, hubo una modernización y consolidación del capitalismo en nuestra parte del mundo. Una consolidación que aseguraba el capitalismo globalmente. Los comunistas del Este lograron deshacerse del sistema feudal anticuado y a través del poder del Estado trataron de crear una sociedad socialista. Como sabido es, no lo lograron. Durante una serie de años lograron debilitar las fuerzas del mercado en el bloque socialista. Pero no crearon una sociedad radicalmente diferente. Al contrario, crearon un anhelo por el capitalismo un su forma actual. Su conquista del poder del Estado no constituía una ruptura definitiva con el orden mundial existente, no era un paso nuevo de donde no se podía retornar. El socialismo estatal del Este se retiró. En el Tercer Mundo los socialistas también lograron obtener el poder del Estado en muchos lugares. Acabaron con el colonialismo -y con un tipo de capitalismo anticuado- pero también en estos países lograron crear sociedades radicalmente diferentes a pesar del sueño de ellos y de nosotros. Así que con respecto a los cambios radicales no hemos avanzado mucho después de 150 años de lucha anti-imperialista. No creo que se deba a traiciones personales ni a la corrupción. Los comunistas y socialista quieren cambios radicales. Por un lado creo que se debe a una infravaloración de la capacidad del capitalismo de crear cambios, desarrollo. Una infravaloración de su capacidad de penetrar nuestra vida, nuestras normas y pensamientos. El capitalismo no es tan sólo explotación y represión y pobreza, también es un estilo de vida: individualismo y consumismo. Por otro lado una sobrevaloración de las posibilidades de cambiar el mundo radicalmente – país por país y a través del poder del Estado. Para llevarlo hasta el extremo: el poder del Estado no puede cambiar el mundo, como máximo puede reformarlo. Este reformismo no es de despreciar. Sin esta luchar por las condiciones de vida actuales no estaríamos en condición de luchar por los cambios radicales. Pero sin la lucha por los cambios radicales estaríamos todos muy mal en 25 a 30 años. No tengo confianza en el orden mundial actual – o sea, que pienso que un neoliberalismo globalizado puede persistir durante los próximos 25 a 50 años. El orden existente sigue un rumbo de colisión tanto social como ecológicamente. Creo que las próximas décadas estarán caracterizadas por desorden y caos originado por los conflictos creados por el capitalismo global – y por la falta de estrategias y visiones para cambios creada por los fracasos del socialismo hasta ahora. Si no encontramos una sustitución no sólo seguirá así, sino que será aun peor. La alternativa es socialismo o barbarie.

Una globalización en forma de neo-liberalismo nos enfrenta con dos problemas: En primer término: Nuestra antigua descripción del capitalismo encaja mal, hay demasiadas condiciones no explicadas. Necesitamos de una descripción nueva -con fuerza de explicación- de cómo funciona el mundo y de lo que está pasando. En segundo término: Nuestra estrategia de construir el Partido, que debería guiar la clase obrera hacia el poder del Estado, y que luego debería ir construyendo el socialismo país por país, no se cumplió. En realidad fracasó. No hemos podido movilizar al pueblo -en nuestra parte del mundo- para hacer cambios mundiales. No obtuvimos las sociedades con que soñabamos en la URSS, China, Vietnam, Zimbabwe, Nicaragua ni en ninguna otra parte del mundo, donde los grupos con los que simpatizamos nosotros lograron ganar el poder. ¿Tenemos hoy en día una estrategia que puede contrarrestar la ofensiva neo-liberal? Pienso que no. Es lo que tenemos que desarrollar. Y no basta sacar las consignas, estrategias y tácticas del polvo y «lanzarnos de nuevo y en serio». Tenemos que aprender de nuestros fracasos y pensar de una forma nueva – el mundo está cambiando.

Globalización

¿Cuáles son las características del mundo de hoy? Si tengo que utilizar tan sólo una palabra sería: Globalización, tanto económica, política como culturalmente. El propulsor del proceso de globalización lo constituyen primordialmente el sistema financiero y las empresas transnacionales. Los Estados nacionales solamente intentan seguir estos procesos y tratan de construir marcos políticos y organizaciones que encajen tales como la UE, TLC, G7 y OMC. Miles de millones de dólares cruzan las fronteras nacionales todos los días. El comercio mundial crece a una velocidad mucho más alta que los productos nacionales. A nivel mundial solamente 14 Estados nacionales cuentan con un producto nacional que supera la venta de las empresas transnacionales más grandes. El modelo antiguo de compañías transnacionales con una empresa matriz anclada en un país determinado y luego sucursales en el extranjero se está sustituyendo en p.ej. la industria de automóviles y de productos electrónicos por una estructura de red globalizada de localidades de diseño, suministro, producción y distribución. La producción en sí se está globalizando. Cada uno de los componentes para un Ford se produce en hasta veinte países distintos, dependiendo del lugar donde se encuentran las condiciones más idóneas para esta producción parcial. Los beneficios no se invierten en los EE.UU., sino que permanece en el mercado financiero internacional. Pero, ¿significa que Ford sigue siendo una empresas norteamericana? ¿Son holandeses Shell y Philips? Nestlé, ¿es una compañía suiza – o es una entidad capitalista global?

Globalización y el Estado nacional

Creo que la globalización del capitalismo es de importancia decisiva para el Estado nacional – y con ello para los objetivos del poder del Estado. La globalización ha limitado en gran medida el espacio del Estado nacional de un control económico y sociopolítico. A través de la liberalización de la libre circulación del capital, los bienes y los servicios, el mercado internacional y las compañías transnacionales obligan cada vez más al Estado nacional a ajustarse a las fuerzas del mercado. Los objetivos de los Estados nacionales se determinan cada vez más a través de las condiciones económicas globales. Mientras el Estado antes trataba de controlar y regular las fuerzas del mercado, hoy en día los objetivos son facilidades y servicios para el capital. El Estado nacional ha perdido, así, su capacidad de resolver crisis económicas, políticas y ecológicas nacionales. Se ve presionado desde arriba por la globalización económica, y desde abajo por las reacciones frente a su cada vez peor capacidad de resolver los problemas nacionales. El hecho de que el Estado ha perdido capacidad de asegurar condiciones económicas y sociales dentro de los marcos nacionales, fortalecen las divisiones étnicas, racistas y regionales. Por ello es tan sólo una paradójica aparente, cuando experimentamos una globalización de la economía y al mismo tiempo una resurrección de corrientes nacionales y regionales. Ambas situaciones tienen su origen en la debilidad del Estado en relación a las fuerzas del mercado.No significa que el Estado esté desapareciendo, solamente que está cambiando de carácter. La globalización cambia las normas del juego dentro de los marcos del Estado nacional. El capital necesita del Estado para que realice las funciones necesarias, pero no necesita de un Estado específico. Puede escoger el Estado que ofrece las mejores facilidades y que presta el mejor servicio. P.ej. puede ser mano de obra barata, o mano de obra bien calificada, un sistema ordenado y bien regulado, una infraestructura buena, etc. Si al capital no le gusta el juego de un Estado dado, puede salir del arena y buscar optimar sus condiciones en otro Estado que se ponga a disposición. Este cambio del juego tiene consecuencias para el viejo Estado nacional. El establecimiento de las condiciones óptimas para la acumulación del capital será la priorización política decisiva. Pero también significa que la clase trabajadora, que sigue tratando de resolver sus problemas dentro del Estado nacional, se malogrará. Es más difícil ahora tanto a través del movimiento sindical como a través del juego político lograr presionar el capital.Tendremos un poder del Estado que va abandonado el control y la regulación de la economía para pasar a un control y regulación del hombre. Que pasa de un ajuste de la economía a las necesidades del hombre – hacia un ajuste de los hombres a las necesidades del mercado. En estos años se está intensificando la disciplina, el control y la vigilancia de los hombres. No solamente es el caso respecto a los desempleados, los refugiados, los inmigrantes y los grupos marginados. El caos y el desorden social originados por la polarización de la globalización en grupos ricos y grupos pobres tendrán que controlarse y neutralizarse lo cual requiere más control y vigilancia.

Desde anti-imperialismo hasta anti-capitalismo

Creo que el desmantelamiento del orden mundial existente y la construcción de un orden nuevo, deberá ir retirándose del ámbito del Estado nacional e inter-nacional para convertirse en una lucha anti-capitalista global. El Estado nacional se transforma de una forma que le hace menos apto como base para la consolidación de la autodeterminación democrática. La globalización del capital destruye la democracia nacional. En vez de ello tenemos que desarrollar el ámbito local y global como campo de batalla. Tenemos que convertirnos de ciudadanos nacionales a conciudadanos y ciudadanos mundiales. En concreto tenemos en común esta planeta y sus problemas. La construcción de una consciencia global y solidaridad son elementos necesarios si hay que buscar una solución a estos problemas.Un desarrollo democrático significa hoy en día una democratización global que atraviesa el ámbito nacional, es decir una igualación de las desigualdades económicas y políticas globales. El requisito es que se establezcan formas más concretas de colaboración local y global integrales al margen de las estructuras estatales. Las acciones locales deberán incorporarse a una perspectiva global – y la estrategia global deberá materializarse en acciones locales, porque en última instancia todo comercio se localiza. La lucha por un nuevo orden mundial no enfoca, así, en una mejora del Estado nacional existente ni en el establecimiento de un Estado mundial. Se trata de establecer una nueva forma política que no sea la del Estado capitalista, con nuevas relaciones entre lo local y lo global, entre organizaciones políticas centrales y descentralizadas.

Fichas para una estrategia

Las nuevas condiciones y el fracaso del modelo antiguo requieren una estrategia nueva – que podría denominarse anti-capitalismo global. Las condiciones objetivas para la movilización de tal estrategia son buenas, entendido de la forma tal que existe una necesidad imperativa de cambios. La autocracia del capitalismo no ofrece tranquilidad y orden. Los años venideros serán caóticos. La gente está confusa, con ira, miedosa, frustrada, pero no pasiva. La sensación de que algo está mal y que hay que accionar es fuerte, igual que la sensación de que las formas tradicionales de accionar ya no sirven. Las condiciones subjetivas son, en cambio, difíciles. La recesión de la lucha anti-imperialista y el fracaso del socialismo real dificultan la elaboración de alternativas y estrategias con fuerza de movilizar al pueblo. Tendremos que convertir esta sensación de impotencia en un contra-poder. Pienso que en estos años somos testigos de la conformación de una izquierda global que se está formando a base de la consciencia de que es necesario formular una estrategia nueva. El neoliberalismo global ha convertido la estrategia antigua nacional/estatal en un modelo anticuado, enfrentándonos a la vez con un adversario común y concreto – un neoliberalismo globalizado. Son movimientos conformados por grupos reprimidos, explotados y marginados en lucha contra un orden mundial económico, que les hacen pobres y poderes de Estado que reprimen y que no dejan espacio para democracia y autodeterminación, que constituyen el propulsor de en esta nueva izquierda que está alboreando. A menudo están anclados a nivel local y trabajan por una cosa determinada. Su perspectiva global se manifiesta en reuniones como la de Chiapas en julio de este año. La perspectiva global es más importante que nunca antes. Nuestros adversarios -el capital- están mucho más globalizados que nosotros. Si no nos organizamos e incorporamos el elemento global en la estrategia local, y si seguimos actuando desde una perspectiva nacional, ellos pueden y en la práctica nos van a dividir. No basta decir que nuestra lucha nacional contra el capital es nuestro aporte a la lucha internacional, porque el arena nacional se está disolviendo. El trabajo político por un cambio del mundo es eficiente a nivel local y global, pero a través del Estado nacional no se puede lograr grandes cosas. No sostengo que el poder de Estado sea insignificante, sino que en sí mismo no constituye la fuente del poder. Sería tal vez más bien la cristalización del poder. Una forma que reviste el poder en la cima de la pirámide, donde se unen todas las estrategias y todas las tácticas. La fuente del poder radica en las relaciones diarias entre los seres humanos. En micro-técnicas del poder. En la disciplina y las normas que nos enseñan desde la casa cuna, el jardín infantil, la escuela, la iglesia, la oficina de prestaciones sociales, en la fábrica, el supermercado hasta los medios de comunicación, etc. La disciplina, que reina sobre nuestros cuerpos y que establece normas para nuestras almas. En los discursos que nos dicen lo que es correcto y lo que es incorrecto. En las ciencias que definen lo que es ciencia verdadera. Todas estas estrategias se apoyan mutuamente y pueden unirse en instituciones tales como el Estado, las compañías transnacionales, etc. El poder de las compañías transnacionales yace en técnicas de disciplina y vigilancia de la producción y del consumo. Vigilan la situación del mercado a través del capital, las materias primas y las ventas. Tienen técnicas de disciplina y vigilancia de la producción como tal. Nosotros nos adecuamos a la ley del mercado: Se trata de vender caro y comprar barato. Respetamos la propiedad privada. Nuestra identidad se crea a través del consumo privado, etc. Vivir es comprar. Esta percepción del poder puede resultar difícil de manejar políticamente. ¿Cómo enfrentar este poder «difuso» con el contrapoder. ¿Dónde y contra quién hay que actuar? Serán el poder del Estado y sus funcionarios, las compañías transnacionales, los que forman el poder. Pero por otro lado esta percepción del poder impide la ilusión de que es posible liberarse del poder conquistando el Estado y sustituyendo sus funcionarios. Creo que hay que conceptuar el poder en dos niveles. Parte como relaciones de micropoder y parte en la forma más tradicional como acciones realizadas por personas concretas (el ministro, el director, el agente de policía), e instituciones (el aparato estatal, las compañías transnacionales). Pero detrás de todas estas personas, instituciones y organizaciones debemos recordar que existe toda una red de relaciones de micropoder, que penetra toda la sociedad y que es la manifestación concreta del poder. Sin embargo, siempre hay que tomar en cuenta ambas perspectivas. El contrapoder debe necesariamente centrarse en personas responsables, pero que entiendan que el poder no es suyo, sino que una relación entre ellos y nosotros – entre nosotros y ellos. De esta forma el foco y carácter del contra-poder deberá operar en ambos niveles en un proceso continuo. No creo que será posible cambiar el mundo radicalmente desde arriba a través del poder del Estado. El poder tiene una base compleja. Tiene a su disposición muchas técnicas. Tiene muchos lugares – también los lugares en que nos encontramos nosotros. Tiene muchos practicantes – entre ellos nosotros mismos. Pero también significa que la resistencia cuenta con una basa compleja. Que la resistencia cuenta con muchos instrumentos a su disposición. Tiene muchos centros de ataque – también donde nos encontramos nosotros. Tiene muchos practicantes – entre ellos nosotros mismos. Pero esta percepción del poder a dos niveles significa que hay que llevar dos luchas a la vez. Parte una lucha por la vida diaria. Una lucha para mejorar nuestras condiciones de vida actuales. Contra la pobreza y la represión. En este contexto el poder del Estado es un factor esencial. Incluso lo podemos ganar y usar para realizar reformas. Pero no sirve para hacer cambios radicales. Parte una lucha por cambios radicales. En este contexto el poder del Estado será un adversario feroz, contra quien tenemos que defendernos y que tenemos que neutralizar, pero no es un instrumento para cambios, como máximo una condición. La base para cambios radicales se creen aquí, allá y por todos lados, donde hay relaciones humanas. Requiere movilización a nivel local y global y de carácter muy variado. Requiere diferentes ideas y visiones. No se trata tanto de ganar el poder sobre algo o alguien, sino de crear poder para algo, crear posibilidades de resistir y democratizar el poder del capital y desafiar y cambiar las practicas y discursos, que lo legitiman y apoyan. «No es necesario conquistar el mundo …. basta re-crearlo». Las fuerzas del mercado no es una ley natural a la que tenemos que adaptarnos tal como la ley de gravedad, sino una relación humana que podemos cambiar – también desde abajo y aquí y ahora. Tenemos que combatir la represión y control del poder del Estado. Tenemos que buscar democracia, entendida como la influencia de los seres humanos sobre su propia situación. Hemos tenido un análisis demasiado simple del poder como algo centrado en el Estado. Una fe en que se trataba tan sólo de ganar el poder del Estado, y a través de este poder cambiar la sociedad. El poder del Estado es importante, pero la base del poder es mucho más compleja y no está formada tan sólo por la policía y el ejército. Reviste muchas formas y aparece en muchos lugares. Se encuentra incorporado en las normas, costumbres e ideologías – en nuestras relaciones mutuas. Pero también significa que el contrapoder puede desarrollar muchas formas y puntos de ataque, y tenemos que estar conscientes al respecto y desarrollarlo mucho más en el futuro. Es la construcción de alternativas, prácticas y organizaciones también dentro del orden antiguo. Alternativas, que pueden tanto derrumbar el orden antiguo como indicar nuevas posibilidades. De la misma manera que las estrategias de micropoder se apoyan mutuamente y se unen en el aparto estatal podrán apoyarse mutuamente y unirse las muchas caras del contrapoder en un proceso revolucionario, que podrá hacer cambios radicales cuando existan las condiciones para tales cambios. Cuando hayan fracasado las normas antiguas. Cuando ya no exista fe en los discursos existentes relativos a lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, cuando ya no aguanten el orden reinante cuando YA BASTA – como dicen en Chiapas.

Torkil Lauesen
Global Aktion
c/o IF Griffenfeldsgade 35
2200 Copenhagen N.
Denmark

*Fuente: Pendiente de Migración

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