Gabriel Boric y Giorgio Jackson dieron directo a la yugular de los pillines
por Rafael Luis Gumucio Rivas (Chile)
10 años atrás 4 min lectura
Mientras nos siga rigiendo la Constitución de 1980, la democracia en Chile no será más que una mascarada para repartirse el poder y los recursos de todos los chilenos entre dos castas corruptas. Con mucha razón la mayoría de los ciudadanos, en todas las encuestas de opinión, rechaza a los diputados y senadores, a los políticos y los partidos que, en la mayoría de los casos, viene a ser un sinónimo de ineficiencia, irresponsabilidad y corrupción. Por cierto, como en todos los casos, es de justicia no generalizar: afortunadamente, en la Cámara actual hay una bancada joven, que no está dispuesta a entrar en las transacciones y chanchullos de sus colegas – si es que se pueden llamar así -.
En el Chile de hoy, al igual que en la República Parlamentaria, los sillones se compran: en un país donde el mercado lo es todo, a ningún “honorable” le da vergüenza tener un cargo de representación gracias al sistema binominal – es el caso de Pepe Auth que desplazó a Álvaro Escobar, gracias a este inicuo e injusto sistema – y, ahora, tocados por la inminente pérdida de la mitad de su suculento sueldo, reaccionan contra el proyecto Boric-Jackson aduciendo un falaz razonamiento, diciendo que estos diputados, hace un año, recibían sólo la mesada de sus padres y, ante este argumento tan torpe hasta su hija reaccionó: “la embarraste, papá”.
La mejor y más fácil de ser millonario sin trabajar es ser parlamentario – recordemos lo que dijo la ex diputada Rosa de Arica al perder su reelección; ante la pregunta “qué iba a hacer en el futuro inmediato” – respondió – “a trabajar poh”. Además de representar, en algunos casos, sólo el 8% del universo electoral de su distrito, el 80% de los diputados se reelige automáticamente, por el binominal. Se puede aducir que el cargo de diputado es la única pega segura y con sueldos descomunales, sin jefe, ni responsabilidad de rendir cuenta ante nadie. Todavía hay ingenuos que creen que los diputados tienen que validad su cargo, ante la ciudadanía, cada cuatro años, cuando se sabe que dominan perfectamente su distrito, mesa por mesa, y muy fácilmente pueden comprarse a los electores – con un regalito para acá, uno para allá, un favor que va y viene – que les asegura los cerca a $9.000.000 millones mensuales, cuarenta veces más que el suelto mínimo que recibe un gran porcentaje de sus electores.
La dupla Boric-Jackon cree en los valores, que han venido destruyéndose debido al nihilismo que propugna la sociedad de mercado: rechaza la insoportable desigualdad y no pueden quedarse inactivos ante las grandes injusticias, razón por la cual, con mucha lógica, no le parece aceptable que las autoridades ganen exorbitantes sumas de dinero, ante los miserables salarios del 80% de los chilenos que, ni siquiera, alcanza a $500.000 mensuales. El triste espectáculo de un país de pocos sultanes millonarios – entre ministros, empresarios, banqueros y parlamentarios – y un pueblo condenado a la pobreza, se hace cada día más inaceptable.
Un parlamento deslegitimado y que representa a una ínfima proporción de La ciudadanía, no es congruente con la democracia participativa que, por lógica, tiende a elegir a los más mediocres y audaces, como se decía a comienzos del siglo XX, “en las familias aristocráticas el hijo tonto estaba condenado a ser militar, la hija pava, monja, y el más pillín y revoltoso era el candidato fijo a diputado”.
Las reacciones miserables y faltas de toda lógica ante el miedo de perder sus canonjías son explicables por la mediocridad intelectual de muchos parlamentarios que hacen mofa del proyecto de ley Boric-Jackson, con el falaz argumento de estos diputados reduzcan su sueldo a la mitad, como si el congreso fuera una institución “con fines de lucro” – una especie de Universidad de Las Américas -.
CIPER-Chile acaba de denunciar varios escándalos sobre las asignaciones parlamentarias: créanme que no me alegra el desprestigio de los actuales “servidores públicos”, pues le hace muy mal a la democracia el que el parlamento sea tan desprestigiado y rechazado, tajantemente, por la opinión pública, pero mucho peor sería esconder la mugre bajo la alfombra.
10/04/2014
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