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Por una Sociedad Comunitaria

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Los grupos políticos principales no enfrentan las soluciones de fondo. No se define hacia dónde vamos como sociedad, ni qué tipo de sociedad queremos. Solo se buscan soluciones de parche y “apagar incendios”.
La conciencia social o comunitaria, inherente al ser humano, es dificultada por un ambiente cultural y una estructura económico- social injusta, autoritaria, individualista, patriarcal, economicista y poco solidaria, excesivamente competitiva y estresante. Que provoca enormes desigualdades y conflictos, tanto familiares como laborales e internacionales.
Esta sociedad ha sido gestada por la derecha, descendiente de los horrores de monarquías y dictaduras, donde la agresividad del machismo se ha impuesto desde milenios, sobre la bondad y la comprensión afectuosa, que son parte esencial del espíritu femenino.
La conciencia comunitaria nace, después de que se ha cumplido la justicia, de una actitud de comprensión del otro o de los otros, respetándolos como son. Es una forma de pensamiento positivo. Resume lo mejor de cada ser humano. Puede ser promovida por una educación, por instituciones, una economía, un trabajo y una cultura favorables al cambio personal y social de tipo comunitario.
Este cambio exige políticas públicas y privadas, que promuevan una conciencia comunitaria desde el periodo preescolar hasta el fin de la carrera técnica o universitaria, a la cual todos los jóvenes deben tener acceso.
Con este fin, es indispensable democratizar el poder político, social y económico, cambiando la Constitución mediante una Asamblea Constituyente, que entregue el poder a una coordinadora de las organizaciones sociales democráticas, que, a su vez, tenga elecciones periódicas y recambio de sus dirigentes.
La transparencia, la participación y la conciencia comunitaria son el antídoto contra la injusticia, el abuso, la deshumanización, la mala administración, la corrupción y las decisiones equivocadas. No basta con obtener buenos índices estadísticos de salud o de educación, sino mejorar radicalmente la calidad de los servicios prestados.
La participación eficiente provoca el entusiasmo por el trabajo bien hecho, la innovación progresiva y la alegría de pertenecer a un ambiente laboral acogedor.
Con este objetivo, se deberá instaurar la participación progresiva de los trabajadores en las ganancias y en la dirección de las empresas, tanto privadas como del sector público, creando así  la empresa comunitaria. Los trabajadores dejarán  de ser considerados como “costo”.
El Estado deberá participar en la propiedad de todas las grandes empresas, incluyendo los bancos, asegurando que se cumpla con los intereses del país y con el resguardo de la naturaleza, así como para evitar las crisis económicas, consecuencia de la irresponsabilidad del sistema neoliberal.
Un ministerio de la pequeña empresa debe entregar créditos sin interés y asesoría técnica  a todas las pequeñas empresas, incluyendo especialmente a las del pueblo mapuche y demás pueblos originarios, así como cumplir con las otras medidas de promoción para estos pueblos, que se establezcan de acuerdo con sus representantes.
La sociedad comunitaria no se regirá por los intereses corporativos del gran capital, como la sociedad actual, sino que se guiará por el interés del todo social y por la conservación de nuestro entorno bio-físico.

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